martes, 7 de octubre de 2008

Los militares terminaron lo que los civiles comenzaron

11 de septiembre de 1973: Los militares terminaron lo que los civiles comenzaron


por Gonzalo Rojas Sánchez

Breve estudio de los antecedentes que llevaron a la destitución de Allende


Cuando se comentan los sucesos de los ·últimos 35 años en Chile, se suele hablar del Gobierno de la Unidad Popular como el representante de la civilidad -del pueblo, se afirma- y se acostumbra a calificar al Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden como producto de un pronunciamiento militar, en cuya gestación obviamente sólo habrían participado soldados, marinos, aviadores y carabineros. Queda planteada así una dicotomía que recorre también la explicación de los acontecimientos posteriores a 1973, al punto que se afirma que entre 1973 y 1990, a los militares los enfrentaron los civiles y, por lo tanto, terminado el Gobierno de Augusto Pinochet, se habría hecho necesario recomponer las relaciones cívico militares.

Esta visión da la impresión de que no hubiese habido más civilidad que la que apoyaba al Presidente Allende, la misma que habría enfrentado después durante 16 años y medio a los militares que habían accedido al poder. El objetivo del presente trabajo es hacerse cargo de la primera parte de la afirmación, es decir de la que se refiere al comportamiento de los civiles antes del 11 de septiembre de 1973. Para un estudio posterior queda el análisis de las referidas distancias y enfrentamientos entre lo que algunos llaman el mundo civil –supuestamente íntegro en el bloque opositor a Pinochet- y el mundo militar, representado por su Gobierno.

I Allende y la sociedad civil

Vamos entonces a ver ese mundo civil de los años 70 al 73. Contrariamente a las tan difundidas visiones proclives a la Unidad Popular, es perceptible en las fuentes que ni Allende ni los partidos de su coalición lograron jamás tener el control de la mayoría de la población o de las organizaciones civiles, ni mucho menos obviamente de la totalidad. Una primera mirada a los números electorales arroja ya datos que, no por sabidos, pueden dejar de ser considerados.

Tres veces se sometió Allende al veredicto de las urnas y en las tres obtuvo respaldos minoritarios:

  1. En la elección Presidencial de septiembre de 1970, obtuvo sólo el 36.3 % de los votos.
  2. En la elección municipal de abril de 1971, el conjunto de los partidos que conformaban la Unidad Popular superó apenas el 49%.
  3. En la elección parlamentaria de marzo de 1973, los candidatos de la Unidad Popular obtuvieron algo más del 43% de los sufragios.

Esas cifras son el primer indicio de una conciencia más profunda que el propio Allende tenía respecto de sus relaciones con el mundo civil. En efecto, en numerosas oportunidades el Presidente de la República develó su comprensión de las distancias que lo separaban de gran parte de la población. Al respecto, sólo tres referencias correspondientes a planos diferentes de esa conciencia de parcialidad:

  • A) "Yo no soy Presidente de todos los chilenos, soy Presidente de la Unidad Popular," declaró Allende en Valparaíso en febrero de 1971, causando no sólo un legítimo revuelo y malestar, sino también la confirmación de los temores sobre un eventual enfrentamiento futuro entre los civiles identificados con el Gobierno y aquéllos considerados opositores a él.

    B) "Por lo que hicimos no es justo usar la palabra negociación, por cuanto nosotros no cedimos una línea de nuestro programa de gobierno: ubícate en el período en que se produjo ese Estatuto y lo medirás como una necesidad táctica; no cambiamos ni una coma del programa; en ese momento lo importante era tomar el gobierno," le decía ese mismo mes el Presidente a Regis Debray, en una entrevista. Reconocía así Allende que sus partidarios y él habían aprobado el Estatuto de garantías -reforma constitucional que había entrado en vigencia apenas dos meses antes, el 9 de enero- sólo por razones tácticas, es decir porque la correlación de fuerzas con el restante mundo civil hacía imposible obtener la ratificación de Allende en el Congreso pleno e imponer todo el programa de la UP de inmediato; había que transar "tácticamente" con la mayoría parlamentaria, partidaria y civil que se sentía atemorizada por el recién instalado Gobierno de la Unidad Popular.

    C) Por eso mismo, un Allende ya mucho más abierto en su reconocimiento de la confrontación entre sectores de la sociedad, al hablar en el Estadio Nacional el 21 de mayo de 1973, afirmaba que utilizando primero la ley, utilizaría luego la violencia revolucionaria, si fuese necesario. Esta fuerte declaración se debía a que una enorme mayoría de la civilidad se oponía a su Gobierno, por lo que, desde su lógica el Presidente anunciaba que iba a hacer falta la violencia para imponer sus propósitos… superada ya la vía legal.

  • II. La reacción social.

    Desde el primer momento -y más allá de las acciones terroristas que pequeños grupos derechistas realizaron entre la elección de Allende y los comienzos de 1971- la reacción social frente a las políticas del Gobierno de la Unidad Popular fue creciendo en intensidad. Esa respuesta canalizó intereses primarios, que expresaron la defensa de derechos muy básicos de carácter económico y social.

  • a. Las reacciones ante el desabastecimiento de bienes

    En primer lugar, fueron las mujeres, las simples dueñas de casa, quienes ya en 1971 manifestaron su repudio a las políticas del Gobierno. Es que el chileno corriente, a pesar de los buenos resultados de los primeros meses del Gobierno de la UP, pronto comenzó a apreciar una discriminación económica que significaba desabastacimiento de importantes productos y, por lo tanto, larguísimas colas para comprar artículos elementales para el hogar: pan, arroz, azúcar, aceite, carne; lo mismo sucedió gradualmente con otros fundamentales para el trabajo diario: comenzó a haber estanterías vacías ahí donde antes estaban los neumáticos, el cemento, los repuestos, las herramientas y las telas de vestir. Esto fue lo que generó el movimiento de protesta popular que se inició con una revuelta de consumidores, la marcha de las ollas vacías de las dueñas de casa de Santiago, en diciembre de 1971. Este tipo de protestas por las colas y por el desabastecimiento se prolongó hasta el final mismo de la Unidad Popular, con especial énfasis cuando surgió la amenaza de las JAP, las Juntas de Abastecimiento y Precios. La frase final de Allende, "no tenemos el más mínimo stock de harina; a lo sumo para tres o cuatro días más," explica muy bien este amplio movimiento de reacción ante el desabastecimiento.

    b. Las reacciones a las amenazas al derecho de propiedad

    A medida que iban pasando los días de la Unidad Popular fueron tantos los cientos de actos de usurpación de la propiedad y tan ignoradas las sentencias judiciales que obligaban a restituir los predios, fábricas, sitios o inmuebles ocupados, que la población se organizó en grupos de autodefensa. Los así llamados Proteco, "Protección de la Comunidad", llegaron a tener unos 1.500 miembros activos a comienzos de 1973; era propietarios de todos los niveles, quienes temían ataques a sus bienes y se juntaban para ensayar tácticas de autodefensa, con patrullas voluntarias nocturnas. En una dimensión más abiertamente paramilitarizada Patria y Libertad, y en otra de carácter más retórico, como SOL (Solidaridad, Orden y Libertad), los jóvenes y mujeres cumplían papeles parecidos.

    c. Las reacciones a las amenazas a las fuentes de trabajo.

    A pesar de que el Gobierno de Allende se postulaba como "de los trabajadores," el creciente daño que sus políticas económicas fue causando en los sectores productivos terminó por afectar también a los obreros más calificados -y menos proclives a la demagogia, por lo tanto- quienes reaccionaron enérgicamente en defensa de sus fuentes de trabajo. Dos casos muy significativos son los de los trabajadores de la Papelera y el de los mineros. En el primero de ellos, 82% de los trabajadores pertenecientes a sindicatos votaron en 1972 en contra de toda forma de control estatal de la empresa y siguieron así las iniciativas del gremialismo. Incluso, llegaron a instalar grupos de autodefensa de la empresa. Más dramático aún fue el caso de los mineros del cobre, quienes en junio de 1973 marcharon desde Rancagua sobre Santiago, para manifestarse contra un Gobierno que carcomía sus remuneraciones al favorecer una acelerada inflación.

    d. Finalmente, un amplio grupo de medios de comunicación se enfrentó con creciente energía a las políticas gubernamentales.

    Su acción fue una clara reacción ante las amenazas a la libertad de información, lo que llevaba aparejado la protección de legítimos intereses económicos y, paralelamente, la defensa de las libertades políticas, laborales y, en algunos casos, especialmente del derecho de propiedad. Los medios opositores al Gobierno formaron un amplio abanico desde El Mercurio –que no pudo publicarse el 23 de julio de 1973 por sentencia judicial- y La Segunda, pasando por PEC, Qué Pasa, Portada, Radio Agricultura y Canal 13, hasta los militantes Sepa y Tribuna. Fue tal la fama que alcanzaron periodistas y comentaristas opositores como María Eugenia Oyarzun, Carmen Puelma, Raquel Correa, Silvia Pinto, Hermógenes Pérez de Arce y Luciano Vásquez, que varios de ellos fueron electos diputados en las listas de la CODE en 1973, gracias a su conocida defensa de las libertades y a su consiguiente oposición al Gobierno de Allende.

  • III. La reacción gremial.

    A las posturas anteriores se fue agregando una fuerte reacción gremial. Desarticulada en un comienzo, pero muy organizada desde mediados de 1972 en adelante, esta tendencia armonizó intereses corporativos de mediano y largo plazo. No es posible dar cuenta en pocas líneas de lo que esa enorme fuerza gremial significó, por lo que simplemente vamos a reseñar algunos de sus hitos más importantes, teniendo en cuenta eso sí que, en general, los líderes gremiales –en el sentido amplio del término, es decir profesionales, estudiantiles, sindicales, empresariales, etc.- adoptaron medidas huelguísticas de larga duración y convocaron a la realización de concentraciones masivas, que contaron con numerosa presencia de ciudadanos.

    1. Una primera reacción corporativa tuvo lugar ya a fines de 1971, en la Universidad de Chile, cuando a raíz del intento de reforma de la Facultad de Derecho -que consistía en tratar de unirla con otras de la Universidad- las juventudes nacionales, democratacristianas y gremialistas se tomaron la Facultad en Pío Nono. Fue la primera vez, además, que confluían en una misma acción universitarios de la casa de Bello con alumnos de la Universidad Católica.
    2. Un segundo hito de importancia tuvo lugar con la prolongada lucha por el derecho de Canal 13 a determinar su extensión por todo Chile. Esa legítima política expansiva de la estación televisa se vio enormemente dificultada porque la Corfo había procedido a instalar un monopolio de importación y distribución de equipos y repuestos para radiotransmisores, mientras que el Banco Central le negaba al Canal las divisas necesarias para poder adquirir seriales televisivos en el extranjero, complicando enormemente su financiamiento. La dirección del Canal en manos del padre Raúl Hasbún y la orientación anti marxista de su programación -y en especial de su Departamento de Prensa- motivaron el ataque gubernamental y, a su vez, la reacción gremial de profesores, alumnos y administrativos de la Universidad Católica en su favor, incluso con marchas por el centro de Santiago.
    3. Pero, sin duda alguna, el primer clímax se alcanzó con el Paro de octubre de 1972, en el que camioneros, comerciantes, estudiantes universitarios y secundarios, colegios profesionales -especialmente médicos y abogados- y transportistas articularon la mayor huelga general conocida hasta la fecha. El Paro comenzó en Aysén, por la resistencia de la Confederación de dueños de camiones contra los propósitos de instalar una compañía de transporte estatal. Día a día se fueron plegando otros gremios, cada uno con su propia reivindicación frente a las políticas estatistas del Gobierno. Incluso los partidos opositores se vieron superados por esta avalancha gremial, ya que no previeron la situación ni lograron tener el control del Paro; el movimiento fue conducido siempre por auténticos dirigentes gremiales agrupados en el Comando de Defensa Gremial: León Vilarín, Rafael Cumsille, Jorge Martínez, Jaime Guzmán, Guillermo Elton, Eduardo Arriagada, entre otros. Algunos de ellos elaboraron el documento El pliego de Chile, solicitando las medidas concretas que debían adoptarse en bien de la Patria. Y aunque varios fueron detenidos y encarcelados, el Paro resistió durante un mes y terminó sólo cuando el Gobierno cedió ante algunas de sus exigencias y nombró a un militar como Ministro del Interior. Entre los acuerdos más importantes que se habían dado a conocer por esos días estaban los del Consejo General del Colegio de Abogados, que "en presencia de la quiebra del Estado de Derecho que vive el país" había instruido a sus colegiados para que suspendieran su ejercicio profesional.
    4. La situación de huelga general volvió a repetirse en los meses de otoño e invierno de 1973. Una vez más pararon los comerciantes, camioneros, mineros, colegios profesionales, transportistas, bancarios estudiantes -con especial participación ahora de la FESES, de la FEUC y de Ingeniería de la Universidad de Chile- a lo que se agrega la permanente protesta de las dueñas de casa; todos se organizan en la lucha contra el Gobierno, en la que confluyen finalmente intereses primarios, laborales, económicos, corporativos y políticos, difundidos y alentados por los medios de comunicación contrarios al Gobierno. Se han sumado ahora a los antiguos dirigentes otros de gran actividad: Jorge Fontaine, Guillermo Medina, Orlando Sáenz, Javier Leturia…
    5. No es extraño, entonces, que toda esta movilización haya alcanzado una manifestación muy concreta de carácter terminal en la petición de renuncia por carta abierta a Allende hecha por la FEUC encabezada por Leturia, con la consiguiente instalación de mesas en el centro de Santiago para solicitar adhesiones a esa iniciativa. "Qué renuncie," se transformó así en la demanda mínima de los intereses gremiales. El 11 de septiembre por la mañana se iba a realizar una marcha conjunta de miles de estudiantes universitarios y secundarios pidiendo con energía esa decisión.

    IV. La reacción institucional.

    Junto a las dos reacciones anteriores hubo otras, de carácter institucional, consistentes en actitudes de rechazo al Gobierno de Salvador Allende que expresaban intereses nacionales y de largo plazo.

    1. Ya al votar el Estatuto de Garantías, en octubre de 1970, el Partido Nacional, a través de su senador Francisco Bulnes S., afirmó que era inútil reformar la Constitución, porque el comportamiento del Gobierno dependería de la voluntad del ciudadano que asumiría la Primera Magistratura. "Esta reforma constitucional no asegura en modo alguno la vida del estado de derecho y de la democracia representativa; ello depender· sólo de la conducta del nuevo gobierno en cuanto al respeto de las garantías constitucionales que ya consigna nuestra Carta fundamental y en particular del ciudadano que asumir· próximamente el alto cargo de Presidente de todos los chilenos," afirmó Bulnes, marcando la cancha respecto de la mirada de largo plazo de su Partido, claramente escéptico -por decir lo menos- de la viabilidad de la democracia bajo Allende.
    2. Distinta había sido la actitud del Partido Demócrata Cristiano, ya que en esa misma oportunidad había apoyado con sus votos la mencionada reforma a la Constitución de 1925. Pero fue a raíz del asesinato por un grupo terrorista de izquierda, de su militante, el ex ministro del Interior de Eduardo Frei M., Edmundo Pérez Zujovic, que el partido cambió por completo su discurso: El 8 de junio de ese año afirmó que el asesinato era producto "del clima de odio, difamación y violencia" y exigió el desmantelamiento de los grupos armados que estaban actuando al margen de la ley. Incluso, el PDC le pidió a Allende que entregara la investigación del asesinato al Servicio de Inteligencia del Ejército, porque no le daba confianza la policía de Investigaciones en manos de la izquierda. Este distanciamiento fue ratificado y acrecentado un año después, durante el paro de octubre de 1972, a través de la significativa declaración de su presidente, Renán Fuentealba, quien afirmó que el Gobierno actuaba en abierto desafío a la Constitución y a las leyes, así como también a los derechos fundamentales, lo que era peligroso para todos los chilenos. Y aunque hubo acercamientos entre La Moneda y el PDC a mediados de 1973, ellos fueron inútiles porque gran parte de la base democratacristiana estaba convencida de que la situación no tenía salida por la vía legal.
    3. También a buena parte de la Jerarquía de la Iglesia Católica le había costado tomar una postura clara respecto de un enemigo histórico de la fe, como es el marxismo. Sólo con la publicación del Decreto referido a la Escuela Nacional Unificada, ENU, en 1973, la Iglesia Católica reaccionó a través de sus más destacados prelados. El Cardenal Arzobispo de Santiago, Mons. Raúl Silva Henríquez criticó decididamente la iniciativa gubernamental y Mons. Emilio Tagle, Obispo de Valparaíso afirmó simplemente: "Pretender que la educación chilena debe tener el sentido y la orientación dada por una ideología, cualquiera que ella sea, es una falta de respeto a la conciencia de los niños y vulnera gravemente el derecho que asiste a los padres para entregar la educación que ellos deseen a su descendencia; por eso, la Iglesia no acepta que se imponga este tipo de política en la educación." Finalmente, fueron los 31 obispos de Chile los que declararon oponerse "al fondo del proyecto por su contenido, que no respeta valores humanos y cristianos fundamentales."
    4. Llegó también el momento de una reacción electoral. Conformada la Confederación Democrática, CODE, para los comicios complementarios de 1972, se obtuvo por esa vía la senaturía de OHiggins y Colchagua así como la diputación de Linares con Rafael Moreno y Sergio Díez, respectivamente. Y en las elecciones de marzo de 1973 los candidatos de los partidos Demócrata Cristiano, Nacional, Demócrata Radical y de Izquierda Radical obtuvieron una mayoría amplia, con el 54.7% de los votos. Si ese resultado aparecía al menos como satisfactorio, la percepción del caudal de opositores mejoró aún más, al conocerse la acusación de fraude gubernamental en las elecciones. El informe fue presentado el 18 de julio de 1973 por el Decano de Derecho de la Universidad Católica, contra la opinión del Rector Fernando Castillo Velasco. La primera observación se refería a los 750.000 nuevos inscritos desde las municipales de 1971, que sumando y restando, sólo debieran haber sido unos 500.000; continuaba después la acusación considerando la desigual inscripción en circunscripciones en que sí había habido elección senatorial (33% y 37% de aumento) con las que no la tuvieron (18% de aumento) para terminar señalando casos comprobados de fraude en Santiago y Coquimbo, por carnets que no correspondían a los electores y por la evidencia de haberse inscrito cientos de votantes el último día con el mismo domicilio, por ej., interior Parque Cousiño. El informe concluía que "en las elecciones parlamentarias de marzo tuvo lugar un fraude electoral de grandes proporciones, que ha implicado entre 200 y 300 mil votos ilegales."
    5. A esta situación se sumaron las reiteradas declaraciones sobre las ilegalidades cometidas por el Gobierno formuladas por la Contraloría General de la República.
    6. Faltaba sólo el pronunciamiento contrario al Gobierno de Allende de los otros dos poderes del Estado. Cronológica y conceptualmente fue decisiva la reacción del Poder Judicial, porque se produjo primero y, además, fue durísima. Es el acontecimiento que marca decisivamente toda la diferencia; nos referimos al intercambio de oficios entre Allende y la Corte Suprema -debido al incumplimiento de sentencias judiciales- iniciado el 30 de octubre de 1972, pero que alcanzó su clímax el 25 de junio de 1973. Si en el Chile de la UP se percibió hasta qué punto es dañino el lema gramsciano por el cual "todo es política", no cabe duda que quien resistió más tiempo y con mayor energía a su influjo fue la Corte Suprema de Justicia, árbitro superior, que fue llevado por la torpeza de las políticas gubernamentales a la calidad de rival invencible.

      Ya en 1972 la Corte había manifestado que los buenos deseos y los altos propósitos de Allende solían desobedecerlos algunas autoridades, por lo que se estaba en presencia de un quebrantamiento del orden jerárquico. Desgraciadamente no se enmendó la práctica cuestionada, sino que se la extendió y autorizó. En efecto, una circular confidencial del general Prats, Ministro del Interior, determinó el 19 de enero de 1973 que el desalojo de un establecimiento o industria, en virtud de una orden judicial, debía suspenderse si las circunstancias laborales o de otra índole determinaban que se trataba de un caso conflictivo. Así sucedió en reiteradas ocasiones, por lo que la Corte se dirigió al Ministro del Interior afirmando que "no escapar· del elevado criterio de V.S. lo que significa omitir el cumplimiento de resoluciones ejecutoriadas que, de esta manera, dejan a los que legítimamente han obtenido en juicio, en la más completa indefensión".

      Como la situación se agravó incluso más, por oficios del 7, 16 y 26 de mayo la Corte Suprema protestó ante el Presidente de la República, debido a "la actitud ilegal de la autoridad administrativa en la ilícita intromisión en asuntos judiciales" y por la "abierta pertinacia en rebelarse contra las resoluciones judiciales… lo que significa no ya una crisis en el Estado de Derecho… sino una perentoria o inminente quiebra de la juridicidad."

      Allende contestó el 12 de junio ratificando la circular Prats, al afirmar que "resulta inadmisible sostener que estas autoridades deban prestar el amparo policial en forma del todo indiscriminada, por cuanto ello podría conducir a situaciones que atenten precisamente contra la paz social y el orden público que están llamadas a cautelar," y concluyó afirmando que el Tribunal había formulado observaciones de dudosa oportunidad y que en caso alguno favorecían la paz social y el restablecimiento del diálogo democrático.

      Llamada a la arena del conflicto, la Corte salió en defensa de su propia integridad y del orden jurídico del país, calificando el oficio presidencial como "un intento de someter el libre criterio del Poder Judicial a las necesidades políticas del Gobierno," y a las palabras del Presidente como "una posición militante contra el órgano jurisdiccional superior del país." Y, a continuación, los ministros desarrollaban un documentado análisis de los errores jurídicos presidenciales y de sus asesores.

      El oficio de la Corte Suprema no fue contestado por Allende; simplemente fue devuelto el día 27, porque el Gobierno calificó su redacción como "irrespetuosa e inconveniente." Allende cerraba así otra puerta al diálogo y, de paso, abría otro flanco a la casi unánime reacción institucional.

      Y pocos días antes del Pronunciamiento Militar -el 23 de agosto- fue la Cámara de Diputados la que declaró que el Gobierno se había "ido empeñando en conquistar el poder total," para lo cual, decía el texto de la declaración, "el Gobierno no ha incurrido en violaciones aisladas de la Constitución y de la ley, sino que ha hecho de ellas un sistema permanente de conducta, llegando a los extremos de desconocer y atropellar sistemáticamente las atribuciones de los demás poderes del Estado, violando habitualmente las garantías que la Constitución asegura a todos los habitantes de la República." En concreto, la Cámara sostuvo que se habían atropellado la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, el principio de autonomía universitaria, el derecho de reunión, la libertad de enseñanza, el derecho de propiedad, los derechos sindicales, la libertad de circulación, etc. Terminaba el texto advirtiéndole a las Fuerzas Armadas que "les corresponde poner inmediato término a todas las situaciones… que infringen la Constitución y las leyes, con el fin de encausar la acción gubernativa por las vías del derecho y asegurar el orden constitucional de nuestra patria y las bases esenciales de convivencia democrática entre los chilenos."

      Ponía así la Cámara de Diputados los fundamentos más claros para poder afirmar sin error que la reacción civil desarrollada durante 3 años para enfrentar al proyecto totalitario del Gobierno de la Unidad Popular ya no bastaba, que era necesaria una reacción militar. Que lo que los civiles habían comenzado, sólo podían terminarlo los militares.

    Quién mejor que Eduardo Frei M. para graficar lo que había sucedido en torno al 11 de septiembre: "La democracia Cristiana no deseaba esto, naturalmente. Usted no desea operarse de cáncer, pero llega el momento en que usted tiene que operarse el cáncer. Nuestros cirujanos son las Fuerzas Armadas y el pueblo solicitó su intervención insistentemente, estruendosa y heroicamente." .

    ·- ·-· -··· ·· ·-··
    Gonzalo Rojas Sánchez

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    Sacado de la Revista Arbil

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    Eduardo Frei Montalva y el Golpe Militar de Chile del 11 de septiembre

    La Democracia Cristiana justifica y apoya el Golpe de Estado de Augusto Pinochet

    por Eduardo Frei

    Carta de Eduardo Frei M. a Mariano Rumor, justificando el pronunciamiento Militar

    Santiago, Noviembre 8 de 1974
    Señor Mariano Rumor,
    Presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana
    Roma, Italia

    Muy estimado Presidente y amigo:

    He creído de mi deber dirigirme a usted, y por su intermedio a la directiva de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, para que conozcan nuestro pensamiento frente a los hechos ocurridos en Chile y su repercusión exterior.

    Tiene también por objeto señalar cómo una propaganda muy concertada y dirigida que pretende ensombrecer el nombre de la Democracia Cristiana chilena y en especial el de algunos de sus personeros, sin que hayan faltado quienes le han dado acogida, ignorantes de la verdadera realidad.

    La Democracia Cristiana nació en Chile justamente para defender la Libertad, el Derecho y la Democracia. En 40 años de existencia este partido nunca ha tenido una vacilación en la defensa de estos principios y en su combate especialmente contra todas las fuerzas fascistas que en la década del 30 al 40 gozaban de tanto prestigio y se extendían en nuestro hemisferio. Combatimos así a la Falange Española, al rexismo belga, al fascismo italiano y al nacismo alemán.

    Personalmente di testimonio de ello, al igual que todo nuestro partido, en libros, artículos y acciones correspondientes.

    Fue este partido el que en 1957 contribuyó a la derogación de la Ley de Defensa de la Democracia que existía en Chile, y que colocaba fuera de la ley al Partido Comunista.

    Por último, llegado este partido al gobierno que tuve el honor de presidir, dirigió al país dentro del más pleno respeto a las normas democráticas. Ningún partido político sufrió, no digamos persecución, sino ni la más leve molestia, al igual que en cualquier democracia europea. Y fue nuestro gobierno el que arrastrando en esos años muchos ataques reanudó relaciones con Rusia y los demás países socialistas.

    Los partidos que se han conducido de esa manera no pueden aceptar de nadie, ni de adversarios ni mucho menos de quienes, se dicen amigos, la menor tacha a su limpia trayectoria democrática. Y digo esto porque para asombro nuestro estamos recibiendo ahora lecciones de democracia de los Partidos Comunistas y aun de quienes en su país ocuparon en el pasado cargos de Ministros en gobiernos dictatoriales.

    Esta campaña de desprestigio de la Democracia Cristiana chilena, ha sido acompañada por una incesante propaganda nacida en los medios de izquierda marxista y acogida por Insignificantes grupos democratacristianos, en el sentido de que la Democracia Cristiana chilena está dividida o a punto de hacerlo, calificando a unos de "Derechistas" y a otros de "Izquierdistas". Si con ese criterio se juzgara a cualquiera de los PDC de Europa y América Latina, seguramente éstos aparecerían con mucho mayores señales de división que las que se pueden suponer en Chile, donde el partido ha dado ejemplo de solidez y unidad en situaciones extremadamente difíciles. Que existan en algunos puntos diferencias de opinión es natural en partidos democráticos pero eso no hiere su unidad fundamental.

    Esta maniobra de descalificación progresiva a uno o a otros manejada por la prensa marxista o de extrema derecha consideramos que constituye uno de los mayores peligros para el futuro de la Democracia Cristiana en cada país, si no existe un mínimo de solidaridad y respeto entre los distintos partidos, y no caen en la trampa de hacerse eco de tales maniobras.

    ¿Qué ocurrió en Chile?

    Este país ha vivido más de 160 años de democracia prácticamente ininterrumpida.

    Es de preguntarse entonces cuál es la causa y quiénes son los responsables de su quiebre.

    A nuestro juicio la responsabilidad íntegra de esta situación -y lo decimos sin eufemismo alguno- corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país.

    ¿En qué basamos esta afirmación?

    Este régimen fue siempre minoría y nunca quiso reconocerlo. Obtuvo en la elección presidencial el 36 % de los votos. Subió al 50 % a los cuatro meses de elegido, en elecciones municipales, siguiendo una vieja tradición chilena en que el pueblo da su apoyo al gobierno recién elegido. En los comicios parlamentarios del 73 bajó al 43 %, a pesar de haber ejercido una intervención no conocida en la historia de Chile y haber utilizado toda la maquinaria del Estado, enormes recursos financieros y presión sobre las personas y organizaciones, que llegó hasta una violencia desatada, que causó varios muertos y, numerosos heridos a bala. Por último quedó comprobado con posterioridad un fraude de por lo menos un 4 a 5 % de los votos, pues los servicios públicos, entre otras cosas, falsificaron miles de carnets de identidad.

    Pero no fueron minoría sólo en el Parlamento. Fueron minoría en los Municipios; lo fueron en las organizaciones vecinales, profesionales y campesinas y progresivamente estaban llegando a ser minoría en los principales sindicatos Industriales y Mineros, como el caso del Acero, Petróleo, Cobre, etc. e Igualmente, salvo en un solo caso, fueron derrotados en todas las organizaciones universitarias en que votaban los Académicos y los estudiantes y para qué decir en las organizaciones específicamente estudiantiles.

    En vez de reconocer este hecho y buscar el consenso, trataron de manera implacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el Marxismo Leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaron abiertamente, desconociendo a los Tribunales de justicia. Cada vez que perdían una elección en las Organizaciones Sindicales y Campesinas o Estudiantiles desconocían el hecho y creaban una organización paralela afecta al gobierno, la cual recibía la protección oficial, mientras eran perseguidos los organismos que respondían a una elección legítima. Así se trató de dividir a los estudiantes, a la clase obrera y a los campesinos.

    En esta tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso por una Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente. Pretendieron así mismo transformar todo el sistema educacional, basado en un proceso de concientización marxista. Estas tentativas fueron vigorosamente rechazadas no sólo por los partidos políticos democráticos, sino por sindicatos y organizaciones de base de toda índole, y en cuanto a la educación ella significó la protesta de la Iglesia Católica y de todas las confesiones protestantes que hicieron públicamente su oposición.

    Frente a estos hechos naturalmente la Democracia Cristiana no podía permanecer en silencio. Era su deber -y lo cumplió- denunciar esta tentativa totalitaria que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo y encubrir sus verdaderos objetivos. Eso fue lo que el país resistió.

    Fueron éstas las razones por las que la Corte Suprema de justicia, por la unanimidad de sus miembros denunció ante el país, el hecho de que por primera vez en la historia de Chile los Tribunales no eran respetados, se atropellaban las leyes y sus sentencias no se cumplían.

    La Contraloría General de la República, órgano que en Chile adquiere un verdadero carácter constitucional y que no sólo tiene funciones contables, sino que califica la legalidad de los decretos del Ejecutivo, rechazó innumerables resoluciones del gobierno por estimarlas ilegales.

    El Parlamento continuamente reclamó durante tres años la violación de las leyes y el atropello al Derecho, sin ser oído. Esto culminó cuando, aprobadas dos Reformas Constitucionales, el Presidente de la República se negó a promulgarlas. Buscando un pretexto para no hacerlo, recurrió primero al Tribunal Constitucional, el cual dio la razón al Congreso. Sin embargo, eso fue inútil. Pretendió después promulgar estas reformas de manera trunca, o sea parte del texto, lo que rechazó la Contraloría General de la República. Por último, se negó lisa y llanamente a respetar la decisión del Congreso Nacional.

    Esto llevó a la Cámara de Diputados a aprobar un acuerdo destinado a señalar al país que se estaban atropellando abiertamente la Constitución y las Leyes, y mostrar una lista abrumadora de casos concretos de como así ocurría.

    Por haber ejercido estos derechos la Democracia Cristiana es presentada por la propaganda comunista como fascista o antidemocrática. Esta peregrina teoría parece haber encontrado acogida en algunos. Pero cabe preguntarse ¿qué ocurriría en cualquier país europeo en que la Corte Suprema de justicia declara que el gobierno ha atropellado la Ley y no ha aceptado las sentencias judiciales? ¿qué ocurriría si el Congreso aprobara reformas constitucionales y el Ejecutivo se negara a promulgarlas y aun a publicarlas?

    Lo curioso es que el Partido Comunista y el Partido Socialista durante todos los gobiernos anteriores en que estuvieron en la oposición la ejercieron en forma extrema. Cuando el gobierno de la DC. triunfó con el 57 % de los votos del electorado nacional (no con el 36 %), el Partido Socialista oficialmente y el señor Allende, líder de ese Partido, declararon que no reconocían el triunfo de la Democracia Cristiana. Se negaron a concurrir al Congreso Pleno, que en Chile es el trámite correspondiente para la proclamación del Presidente de la República, anunciaron textualmente que le negarían "la sal y el agua" al gobierno de la DC. El Partido Comunista estuvo en una oposición constante y total.

    Para hacerlo recurrieron a la injuria, a la violencia, y el Partido Socialista una y otra vez manifestó que no respetaba el orden legal y democrático, que no era sino un orden burgués. Cada vez que había una huelga o un conflicto el señor Allende los Partidos Socialistas y Comunista lo promovían o acentuaban para llevar al extremo la situación. En su implacable crítica al gobierno de la Democracia Cristiana, todo lo encontraban mal, y cuando la inflación llegaba al 20 % llamaban al país a la huelga general para derrocarlo.

    ¡Qué distinta la actitud del Partido Demócrata Cristiano, que concurrió con sus votos a elegir Presidente al señor Allende cuando obtuvo sólo un 36 % de la votación nacional y que no pidió en compensación ni un solo cargo o influencia sino un Estatuto de Garantías Constitucionales que asegurara plenamente la Democracia en Chile!

    Pues bien, por boca de don Renán Fuentealba primero, y de don Patricio Aylwin después, como presidentes del Partido Demócrata Cristiano, se denunció que este Estatuto que el Presidente juró respetar, fue constantemente atropellado.

    ¿Cuál era el fondo del problema?

    El fondo del problema es que este gobierno minoritario, presentándose como una vía legal y pacífica hacia el socialismo -que fue el slogan de su propaganda nacional y mundial- estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimen absolutamente anormal, y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar en plenitud en Chile una dictadura totalitaria.

    Así lo señalaron no sólo la Corte Suprema, la Contraloría y el Parlamento. Se agregó la declaración del Colegio de Abogados, que en extenso documento indicó al país que el sistema legal había sido reiterada y manifiestamente atropellado. Por otro lado, el Partido Radical de Izquierda, que apoyó al señor Allende en la elección y que formó parte de su gobierno, se retiró de él denunciando que había llegado a la certeza de que se iba al quiebre de la democracia por la acción del gobierno que integraban. Hombres que habían militado siempre en la izquierda chilena, que dirigían ese partido, señalaron con extrema dureza que el país estaba al borde del caos y que la voluntad del Ejecutivo era instaurar la dictadura totalitaria.

    A esto se agregó el Colegio Médico, que tradicionalmente apoyó al señor Allende, pues este fue presidente de él; el Colegio de Ingenieros y todos los demás Colegios Profesionales.

    Fue asimismo evidente un cambio en diversos Sindicatos, que se manifestó en huelgas, de las cuales la más prolongada fue la de los obreros del Cobre.

    Todo, pues, conducía a una situación crítica.

    Los partidos de gobierno ya no ocultaban sus intenciones. El Secretario General del Partido Socialista llamaba abiertamente a los Soldados y Marineros a desobedecer a sus oficiales y los incitaba a la rebelión. En iguales términos se expresaban otros partidos de gobierno en forma de tal manera insensata que hasta el propio Partido Comunista manifestó su desacuerdo con ellos y en especial con el Partido Socialista "que rechazaba todo acuerdo con la Democracia Cristiana y se unía cada vez más al Movimiento de Izquierda Revolucionario en sus tesis de la Revolución violenta e inmediata".

    Así lo han declarado numerosos dirigentes comunistas.

    Reveladora es la entrevista publicada en La Stampa del 26 de octubre de 1973, en la cual se afirma por un alto dirigente que el Partido Comunista buscaba una solución política, pero que en los últimos días se encontraron con el discurso del Secretario General del Partido Socialista contra las Fuerzas Armadas y "con su obstinado maximalismo al igual que el de Enríquez, jefe del MIR, y por eso nos hemos encontrado sin preparación ante el golpe".

    La posición del Partido Comunista, según la misma entrevista, que coincide con innumerables otros documentos, no difería en cuanto a los objetivos sino sólo ante la táctica a seguir.

    "Las armas que teníamos -agrega- de las cuales los generales han descubierto una mínima parte, desgraciadamente eran pocos los que las sabían usar porque no había habido tiempo suficiente para adiestrar a la masa popular".

    0 sea, vuelve siempre a lo mismo: ganar tiempo para obtener el Poder total.

    El Presidente de la República declaraba respetar la Ley, la Constitución y la Democracia, pero todas sus declaraciones eran de inmediato contradichas por los hechos, ya que todos los compromisos fueron violados y todas las afirmaciones desmentidas posteriormente por sus actos.

    Innumerables documentos de sus asesores y de los dirigentes de los partidos políticos que conformaban la Unidad Popular han demostrado que todo su objetivo era ganar tiempo para consolidarse en el Poder y para afianzar su posición totalitaria, documentos que culminaron con la carta publicada del señor Fidel Castro en la cual le recomendaba al señor Allende tratar con la Democracia Cristiana con el solo objetivo de ganar tiempo.

    El Partido Demócrata Cristiano, bajo la presidencia del señor Renán Fuentealba, que abarcó parte del año 71, el 72 y hasta después de las elecciones parlamentarias del 73, constantemente denunció este dualismo. Igual ocurrió con la actual directiva.

    Acompaño a este respecto algunos documentos.

    A este cuadro político se agregan dos hechos que han sido determinantes en el proceso chileno.

    El primero, instaurado el gobierno convergieron hacia Chile varios miles de representantes de la extrema izquierda, de la guerrilla y de los movimientos de extrema izquierda revolucionarios de América. Llegaron elementos Tupamaros del Uruguay, miembros de guerrillas o movimientos extremos del Brasil, de Bolivia, de Venezuela y de todos los países, como hay numerosos casos, por delitos graves inexcarcelables. La. Embajada de Cuba se transformó en un verdadero ministerio, con un personal tan numeroso que era superior, la sola Embajada de Cuba en Chile, a todo el personal que tenía nuestro país en el Ministerio de Relaciones Exteriores el año 1970. Esto da la medida. Además de ellos, nos vimos invadidos por nor-coreanos y otros representantes del mundo socialista.

    Hombres conocidos en el Continente por sus actividades guerrilleras, eran de inmediato ocupados en Chile con cargos en la administración, pero dedicaban su tiempo muchos de ellos al Adiestramiento Paramilitar e instalaban Escuelas de Guerrillas que incluso ocupaban parte del territorio Nacional, en que no podían penetrar ni siquiera representantes del Cuerpo de Carabineros o de las Fuerzas Armadas.

    El segundo, fue la acelerada importación de armas. El Partido Demócrata Cristiano denunció continuamente este hecho. Hay más de cincuenta documentos publicados por el partido y dados a conocer en el Parlamento respecto a la internación ilegal de armas. El gobierno siempre desmintió esta aseveración. Llevado de su preocupación el PDC. presentó un proyecto de ley para el control de las armas que estaban llegando al país, proyecto de ley que fue aprobado y que sirvió de base para iniciar acciones que revelaron la existencia de fuertes contingentes de armas importadas.

    Después del pronunciamiento del 11 de Septiembre, estas denuncias de la Democracia Cristiana han quedado plenamente confirmadas. Las armas hasta ahora recogidas (y se estima que no son aún el 40 %) permitirían dotar a más de 15 regimientos eso que una abrumadora proporción aún no ha sido descubierta.

    Estas armas son todas de procedencia checa o rusa, armas que jamás ha tenido el ejército chileno. Por lo demás, nadie ignora o descarta en Chile la existencia de estas armas.

    Se trata de armas de todo tipo, no sólo automáticas sino que pesadas, ametralladoras, bombas de alto poder explosivo, morteros, cañones anti-tanques de avanzados modelos, y todo un aparato logístico de comunicaciones, de telefonía, clínicas médicas, etc., para poder concretar esta acción. Se había establecido así un verdadero ejército paralelo.

    Nos preguntamos una vez mas, y preguntamos a los dirigentes de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana: ¿Qué Democracia puede resistir esta situación? ¿Acaso la Democracia Cristiana, sin armas en consecuencia inerme frente a esta embestida debía quedar silenciosa? ¿Merece el calificativo de fascista o golpista por el hecho haber denunciado esta realidad? ¿Pretenden acaso que lo democrático era permanecer mudos, amparando la preparación desembozada de una dictadura impuesta por la fuerza de las armas?

    Es efectivo que como consecuencia de este extremismo armado de la izquierda y sin duda alguna amparado por el gobierno ya que se ha probado que muchos de los bultos que contenían estas armas llegaban consignados a la propia Presidencia de la República, nació inevitablemente un extremismo de derecha también armado. No nos referimos al Partido Nacional, sino a grupos extremistas de derecha, que la Democracia Cristiana nunca dejó de condenar con la misma claridad que a los de extrema izquierda.

    El otro elemento digno de considerarse fue la conducción económica. El mundo conoce cuál es el resultado de la gestión económica de la Unidad Popular.

    Recibieron un país floreciente, en pleno desarrollo. El cobre, principal producto d exportación, había sido nacionalizado en un 51 % v se había hecho una inversión v terminada que duplicaba su capacidad de producción. Impulso decisivo existía en la Agricultura, en la Industria y en otras actividades mineras. El país estaba absolutamente al día en sus compromisos internacionales y había podido en los dos últimos años de la Administración anterior prescindir de créditos externos, salvo algunos destinados a la instalación de nuevas Industrias básicas, celulosa, petroquímica, etc., y se había acumulado una reserva que por primera vez el país tenía ascendente a 500 millones de dólares. El único hecho negativo era que la inflación había llegado al 30 % en el último año.

    En estas condiciones la Unidad Popular aseguró que terminaría con la inflación: que nunca más pedirían créditos externos: que aumentaría la producción, independizarían económicamente al país y mejorarían el nivel de vida de la clase trabajadora.

    ¿Cuál fue el resultado de su gestión?

    El mundo la conoce. El total de las deudas líquidas contraídas por la DC. durante sus 6 años de gobierno no llegaron a 400 millones de dólares, después de pagar todos sus compromisos internacionales y tener su crédito absolutamente limpio. En menos de tres años de gobierno de la Unidad Popular que afirmó que no endeudaría al país según su programa, elevó esas deudas en cerca de mil millones de dólares, destinados no a inversión sino exclusivamente a comprar alimentos para paliar su fracaso en la Agricultura. Además de eso dejaron de pagar todas las deudas externas y en dos años se consumieron todas las reservas que les había legado el régimen anterior. Por eso en vez de independencia, llegaron a la mayor dependencia conocida en Chile.

    La inflación en cifras oficiales del gobierno llegó a 323 % en los últimos doce meses, pero los Institutos Universitarios, teniendo consideración que prácticamente el país vivía del mercado Negro, estimaban que ésta superaba el 600 %.

    El dólar en el Mercado Libre se transaba al término del gobierno de la Democracia Cristiana a 20 escudos por dólar. En el mes de agosto recién pasado llegaba a los 2.500 escudos por dólar, o sea, una devaluación de más o menos el 12.000 %.

    Todos los índices de productividad habían bajado: industrialmente en más de un 7 % en la Agricultura cerca del 23 % en la Minería aproximadamente en un 30 %. Rubros tan fundamentales como el trigo, bajó su producción de 14 millones de quintales término medio en los seis años anteriores, a menos de 8 millones. Muchos institutos de In investigación afirman que a menos de 6 millones. La quiebra era total.

    Ahora cabe preguntar: ¿era la Democracia Cristiana fascista o golpista por el hecho de haber denunciado esta política económica que llevó al país a la inflación desatada, al envilecimiento de la moneda, a la paralización productiva, al mercado negro, a la escasez y al hambre?

    Los que con tanta ligereza hablan sobre Chile deberían venir y recorrer las poblaciones periféricas, los campos y las ciudades y preguntar cómo era necesario hasta diez horas de colas para conseguir 114 litro de aceite, cuando se conseguía, o un kilo de pan, cuando se conseguía. O medio kilo de azúcar, cuando se conseguía.

    ¿Hay alguna democracia que resista estas tasas de inflación, la escasez y el mercado negro?

    ¿Es fascismo y golpismo denunciarlo?

    ¿Acaso el deber de un partido político es silenciar estos hechos?

    Ellos eran democráticos cuando atacaban sin tregua un gobierno DC que jamás cometió tales errores. En cambio la Democracia Cristiana, ¿era fascista por el solo hecho de defender el derecho a vivir dentro de nuestra Patria y anti-democrática porque no se hacía cómplice del descalabro, de la corrupción, de la inmoralidad y del desastre comprobado por quien quisiera venir al país y constatar lo que sucedía?

    Sin embargo, con la misma falsedad con que en el exterior se decía que el ensayo político era una vía legal hacia el socialismo, se daban pretextos para justificar este fracaso, que repetían algunos diarios de renombre universal.

    Esos fueron los argumentos principales que se esgrimieron para justificar el fracaso.

    El primero, que las compañías norteamericanas expulsadas del país estaban dificultando las ventas del cobre. Efectivamente, una compañía cometió la torpeza de iniciar un juicio de embargo respecto a una partida de cobre, que la Democracia Cristiana por supuesto condenó. Pero es necesario ver la realidad. El embargo afectó una partida de cobre cuyo valor era de dos millones de dólares en una venta anual de 600 millones de dólares o más. Por otra parte, el embargo no se llevó a efecto, porque los tribunales franceses, no acogieron la demanda de la compañía. ¿Puede decirse que ésta es la razón para explicar el fracaso?

    La segunda es el bloqueo económico, cuyas características no se precisaron que solo podría traducirse en imposibilidad de vender productos, lo que nunca ocurrió, o la imposibilidad de obtener créditos, lo que tampoco ocurrió, pues con cifras dadas por el propio gobierno anterior ante el Club de París, el Fondo Monetario y otros organismos, se prueba que el gobierno de la Unidad Popular dispuso de mas créditos y endeudó al país más que ningún otro en la historia de Chile en tan breve plazo.

    El otro argumento es que éste era el costo de la Revolución y del avance social.

    Esto habría sido verdadero si hubieran recibido un país estancado. No es así. Recibieron un país en pleno proceso de transformación social y en plena marcha de las reformas tributarías, educacional, agraria, la nacionalización de las riquezas básicas al igual que activos planes de salud, construcción de escuelas y viviendas.

    La Unidad Popular, con el voto unánime del Congreso, nacionalizó el 49% del cobre, ya que el 51 % había sido nacionalizado en el gobierno de la Democracia Cristiana.

    Inició un acelerado proceso de estatización de Industrias. La Democracia Cristiana no estuvo en contra de este proceso, sólo exigió que se hiciera dentro de la ley, fijando los límites del área social y privada. Nada de eso se obtuvo, pues se siguió el proceso saltándose la ley y muchas veces con atropellos, asaltos y violencia.

    Pero lo más grave fue el tremendo fracaso del área estatizada. Se dijo que el gobierno financiaría el desarrollo económico con las utilidades de las empresas cuyo control tomaría el estado. El año 1973 estas empresas perdieron más de 150 millones de escudos. Si se considera que el presupuesto nacional era de una cifra equivalente, se medirá la magnitud del fracaso.

    Es también efectivo que aceleraron al extremo la Reforma Agraria iniciada por la Democracia Cristiana, pero quisieron convertir toda la Agricultura en Haciendas Estatales colectivas, lo que fue resistido por el campesinado. Se eliminó a los técnicos, se desorganizó toda la infraestructura, y en vez de respetar la ley, se asaltaron las propiedades y las ocuparon con gente que muchas veces no eran campesinos. Estas fueron, entre otras cosas, las causas del fracaso agrícola.

    Ostensiblemente disminuyó la construcción de viviendas y de escuelas. Basta decir que en tres años no se construyeron ni 300 escuelas, mientras el gobierno de la DC construyó 3.600.

    Estos son hechos.

    Un último aspecto que creemos necesario destacar, ya que no podemos referirnos a todo, lo constituyó el clima de odio y violencia que reinaba en el país. Toda crítica, toda observación, era contestada con las injurias más violentas para quienes tenían la audacia de señalar los errores.

    El Partido Socialista y el Partido Comunista crearon organizaciones armadas. Los socialistas la llamaron "Elmo Catalán", Y los comunistas constituyeron la tristemente célebre brigada "Ramona Parra".

    Se constituyeron asimismo los llamados "Cordones Industriales", que rodeaban las ciudades en forma estratégica; y, como consecuencia de la escasez se organizó el racionamiento sobre la base de organismos políticos que empadronaban a los habitantes para ejercer el control sobre la vida de la población.

    Como consecuencia de todo esto murieron cerca de cien personas y hubo innumerables heridos.

    Así murió el ex Vicepresidente de la República; uno de los fundadores del PDC, don Edmundo Pérez Zujovic, vilmente asesinado al salir de su casa por los miembros de una organización extremista. Los tres asesinos habían sido detenidos al final del gobierno de la Democracia Cristiana por haber perpetrado asaltos a mano armada y condenados por los Tribunales de justicia a varios años de prisión.

    El primer acto del gobierno de la Unidad Popular fue dejar en libertad a estos detenidos por actos ilegales, y, entre ellos los tres que causaron la muerte de ese dirigente Demócrata-Cristiano. Al indultarlos el Presidente Allende justificó su acto llamándolos "Jóvenes Idealistas".

    También murieron víctimas de esta violencia Varios dirigentes juveniles de la DC. y quedaron centenares de heridos.

    Cuando los obreros del Cobre en huelga buscaron refugio en el local central del Partido, fueron atacados y hubo que instalar una posta de auxilios que en el día atendió, según información oficial del PDC, a más de 700 personas con heridas de toda especie, entre ellas 120 de carácter grave. Ese día el presidente Aylwin y otros dirigentes, entre ellos yo mismo, estábamos en el local del partido pudimos ser testigos de lo que ocurría.

    Estas son las razones por las cuales el Partido Demócrata Cristiano estuvo en la oposición, oposición que progresivamente se hizo más dura por efecto de los abusos cada vez más graves que se cometían.

    La posición del PDC en esta materia es intachable. Pasando por encima de su interés político inmediato, nunca rehuyó buscar soluciones para el país. Esto es tan claro que incluso se criticó acerbamente al partido por aceptar el diálogo.

    Cada vez que el Presidente de la República deseó conversar con la directiva, a pesar de las reiteradas veces que ésta fue engañada, no se negó a hacerlo para que no se quebrara el régimen democrático. De eso hay constancia en las declaraciones de los dos presidentes del partido, señores Renán Fuentealba y Patricio Aylwin.

    Cuando el conjunto de los obispos chilenos hizo un llamado para salvar la paz y evitar el conflicto y pidió un diálogo entre los hombres de buena voluntad, el presidente del PDC aceptó hacerlo, y planteó públicamente algunas bases para ello, que en último término significaban como condición básica volver al respeto de la Constitución y la Ley.

    Todo esto que afirmo está en documentos públicos aparecidos en la prensa y difundidos por la radio y la TV. El Presidente de la República aceptó en principio nuestro planteamiento, para después rechazarlo. A fines de agosto, a pesar de que estas conversaciones terminaron por la imposibilidad total de que el gobierno aceptara los planteamientos del partido que eran extremadamente moderados vistas las circunstancias, nuevamente hubo una reunión en la cual el Presidente de la República, como lo ha dejado establecido el señor Aylwin, no presentó una sola base de entendimiento, afirmación nunca rebatida.

    La directiva del partido llegó a la convicción de que exclusivamente se estaba ganando tiempo para preparar el control total del poder por parte de la Unidad Popular y, acelerar su aparato paramilitar y el reparto de armas.

    Nadie puede, pues, decir que la Democracia Cristiana no agotó los procedimientos para llegar a un acuerdo. Jamás se le hizo una proposición seria. Nunca el Presidente ofreció una fórmula de gobierno. Al revés, señaló que sería imposible el ingreso de la DC al gabinete por la oposición socialista de los partidos integrantes de la Unidad Popular.

    Las Fuerzas Armadas, llamadas por la propia UP., aceptaron por, tres veces en estos años integrar gabinetes Ministeriales Los Partidos de la Unidad Popular, después de hacer profesión durante 40 años de antagonismo hacia las Instituciones Armadas, fueron los que trataron de, mezclarlas en política, a pesar de su reiterada voluntad de no aceptar. Su presencia no logró modificar las líneas de acción gubernativa para evitar la catástrofe que se advertía venir.

    Pocos días antes del 11 de Septiembre advirtiendo la DC la gravedad de la situación, convocó a los jefes Provinciales del partido de todo el país, quienes por unanimidad recomendaron como supremo arbitrio que los senadores y diputados de la DC presentaran las renuncias a sus cargos sobre la base de que el gobierno llamara a un plebiscito y se sometiera a sus consecuencias, para buscar así una salida democrática al poder. Esto fue aceptado por la directiva y los parlamentarios que hicieron pública su decisión de renunciar. La proposición de un plebiscito fue siempre rechazada, pues si obtuvieron el 43 % en marzo del 73, después la situación se degradó con gran rapidez, en especial porque se hizo ya perceptible el caos económico y político.

    Yo pregunto: ¿puede un partido hacer mayor esfuerzo y un mayor sacrificio, siendo mayoritario en ambas ramas del Congreso en una elección reciente en que tuvo que soportar el embate y la violencia del gobierno, que ofrecer pública y responsablemente la renuncia de sus parlamentarios con el fin de buscar una salida democrática para el país?

    Esta es la realidad. Por eso la Democracia Cristiana chilena puede decir ante el mundo que una vez más dio un ejemplo de honradez democrática y de lealtad con sus principios.

    Un análisis objetivo de los hechos revela que la razón fundamental de que esta vieja democracia haya sufrido este embate fue el gobierno de la Unidad Popular, porque llevó al país a una situación que ninguno puede resistir, y aún es admirable la solidez de la democracia chilena que resistió tanto.

    Surge de todo esto una reflexión básica.

    ¿Por qué lo ocurrido en Chile ha producido un impacto tan desproporcionado a la importancia del país, su población, ubicación y fuerza? ¿Por qué la reacción de la Unión Soviética ha sido de tal manera violenta y extremada? ¿Por qué el comunismo Mundial ha lanzado esta campaña para juzgar lo ocurrido en Chile y para atacar a la Democracia Cristiana?

    La razón es muy clara.

    Su caída ha significado un golpe para el comunismo en el mundo. La combinación de Cuba con Chile, con sus 4.500 Kms. de costa en el Pacífico y con su influencia intelectual y política en América Latina era un paso decisivo en el control de este hemisferio. Por eso su reacción ha sido tan violenta y desproporcionada.

    Este país les servía de base de operación para todo el continente. Pero no es sólo esto. Esta gigantesca campaña publicitaria tiende a esconder un hecho básico: el fracaso de una política que habían presentado como modelo en el mundo.

    ¿Cómo explicar que esta experiencia que mostraban como camino a otros partidos democráticos y al socialismo europeo haya conducido a un país organizado y libre a tan terrible catástrofe económica política, haya producido tal desesperación en las Fuerzas Armadas y en el pueblo chileno -pues éstas jamás podrían haber actuado sin la aquiescencia de la mayoría- hayan quebrado una tradición tan larga y, tan honrosa que constituía nuestro orgullo?

    Toneladas de propaganda no borrarán un hecho: llevaron a un país de ejemplar vida democrática al fracaso económico y al derrumbe de sus instituciones. Su esquema doctrinario y práctico era erróneo su conducción desastrosa.

    Tres días antes del 11 de Septiembre, el Presidente de la República dijo al país: "Nos queda harina para tres, días". Se acababa hasta el pan. No había sucedido jamás.

    Eso es lo que no se quiere analizar. Mejor dicho, se quiere ocultar.

    Los socialistas europeos, democráticos y pluralistas, se sienten obligados a respaldar un partido (que proclamaba su desprecio a la legalidad) y, como objetivo la revolución armada y violenta. Si no quieren ver los hechos ni los documentos, al menos podrían leer con atención las críticas que formulara a ese partido por su extremismo el propio Partido Comunista, que varias veces lo llamó a la cordura.

    El otro hecho que la Democracia Cristiana debe analizar es el problema de las comunicaciones. No hay ninguna duda de que el caso chileno es un buen ejemplo de cómo un inmenso aparataje de propaganda es capaz de presentar las mayores falsedades y convertirlas en realidad.

    Ya eso venía ocurriendo desde el comienzo del régimen, que como otros similares no se limitaba en cuanto a gastos de propaganda.

    Pero lo ocurrido después del 11 de Septiembre es algo inverosímil para los chilenos.

    Fueron miles los que escucharon decir a la Radio de Moscú que habían muerto 700 mil personas, en dos días. Otros hablaban de 30.000 y que corrían ríos de sangre en Santiago.

    Para nosotros una sola vida humana no tiene precio. No decimos esto por disminuir la tragedia a que el país fue llevado, pero según nuestras informaciones los muertos no llegarían a dos mil, lo que es bien diferente a tan burdas mentiras.

    Entre los miles de falsedades que se propalaron: Murieron 35 parlamentarios. Falso. Ninguno. Fue asesinado Neruda. Falso y ridículo. Todos los órganos de publicidad le rindieron homenaje como a nadie en muchos años y en el edificio del Congreso Nacional la bandera se izó a media asta en señal de duelo.

    Se destruyó el Hospital Barros Luco, el mayor de Chile. No hay un solo hospital destruido ni dañado en la más mínima parte. En el Hospital Barros Luco no hay ni un vidrio quebrado.

    A qué seguir. Son cientos de ejemplos.

    No ha faltado un programa de televisión en Europa, que presentó como señales de bombardeo vistas del anterior terremoto.

    Pedimos una sola cosa; vengan a ver lo que decimos. Tenemos derecho a pedirlo a nuestros amigos. Así lo hizo el señor Bruno Heck, dirigente de la DCU, quien pudo comprobar la verdad.

    Que vengan a ver si hay, alguna casa bombardeada en alguna población. En todo Chile dos por desgracia: La Moneda y, la Casa Residencial de los Presidentes, adquirida en el gobierno de la Unidad Popular.

    Que vengan a ver si hay una Industria o Centro Minero donde haya caído una sola bomba.

    Nosotros no somos parte del actual gobierno. No defendemos los errores que se cometen, inevitables algunos, en una situación tan terriblemente difícil.

    Pero tampoco podemos aceptar que la mentira se transforme en un sistema, mientras se ocultan las causas de una situación para encubrir la responsabilidad de quienes arruinaron y destruyeron la democracia chilena.

    Cómo se explica que quienes invadieron Hungría y Checoslovaquia, que ahora mismo silencian o procesan a científicos, poetas y escritores, que no admiten ninguna crítica, ni la sombra de una libertad de información, pretenden dar lección de Democracia a Chile y a este partido.

    Además de escandaloso es ridículo.

    Alaban y mantienen relaciones con Cuba, con miles de muertos, y después de 12 años aún con miles de presos políticos.

    ¡No son ellos los que pueden enseñarnos a los democratacristianos y a Chile lo que es la democracia!

    Y lo que es peor. Sectores minoritarios, en la propia Democracia Cristiana o en el mundo democrático se dejan influenciar por esta propaganda o bien le hacen eco para ganar posiciones políticas y recibir el título de "izquierdistas".

    Pobre destino de esos grupos: serán utilizados, primero, o servirán de puente para debilitar nuestros partidos.

    La posición popular, de avanzada y de justicia que sustenta la Democracia Cristiana es tan sólida que no puede admitir este verdadero "chantaje " político. Y nadie puede darnos lecciones de amor a la libertad y la democracia.

    Somos realmente pluralistas y estamos dispuestos a concertar acciones con otras fuerzas políticas, pero, no podemos hacerlo bajo un signo de permanente debilidad o sometimiento.

    Cada partido en esto es soberano. Somos los primeros en respetar sus decisiones y comprender que es imposible juzgar desde fuera los condicionamientos de cada situación.

    Creemos, sí, que para poder formular una opinión, lo primero que debe existir es respeto mutuo y solidaridad y la confianza necesaria en el testimonio de quienes han estado vinculados durante una vida por comunes ideales y la evidencia de haberlos servido con inquebrantable lealtad.

    En esto sin duda el comunismo mundial nos da una permanente lección.

    Señor Presidente, este es a nuestro juicio el proceso de lo ocurrido en Chile.

    Naturalmente surge ahora la gran interrogante de cuál es el porvenir. A este respecto, es la directiva oficial del partido la que dará una opinión autorizada.

    Sin embargo, no puedo dejar de dar la mía propia, que he confrontado con un gran número de democratacristianos. A mi entender, Chile afronta un período en extremo difícil y duro. Yo diría tal vez el más difícil de su historia. El desastre económico no se conocía en su verdadera magnitud. Reorganizar desde sus bases todo el aparato productivo, hacer renacer la agricultura, renovar la maquinaria, detener la hiperinflación, etc., será una tarea que exigirá enormes sacrificios.

    Por otra parte, más de la mitad de las armas no se encuentran aún, hecho cuya trascendencia es fácil de apreciar.

    Desde luego nuestro partido no integra el gobierno, como ya lo he dicho. El gobierno está formado enteramente por las Fuerzas Armadas y era difícil, por no decir imposible, que así no fuera.

    Todos los chilenos o al menos la inmensa mayoría, estamos vitalmente interesados en que se restablezca rápidamente la Democracia en Chile. Y para esto es necesario que el país salga del caos y, en consecuencia, que el gobierno actual tenga éxito.

    Las Fuerzas Armadas -estamos convencidos- no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda consideración partidista, quieren ayudar porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Cuanto más pronto se destierre el odio; y se recupere económicamente el país, más rápida será la salida.

    La Democracia Cristiana está haciendo, a mi juicio, lo que está en su mano en esta perspectiva, sin renunciar a ninguno de sus valores y principios, siendo en este instante sus objetivos más fundamentales:

    - pleno respeto a los derechos humanos.
    - pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y campesinos.
    - vuelta a la plenitud democrática.

    Sabemos que esto no es fácil. La situación entera no es fácil. Y por eso mismo debemos actuar con la mayor responsabilidad.

    Señor Presidente: Excúseme usted lo extenso de esta comunicación, pero ello se justifica por la importancia del problema que trata Y por la forma como se ha distorsionado la verdad.

    Por desgracia, los innumerables documentos y actuaciones de la Democracia Cristiana durante estos tres años no fueron dados a conocer en Europa. Esto justifica la extensión de mi carta.

    Quiero terminar diciéndole en esta ocasión que recuerdo dos hechos de mi viaje a Europa de 1971. En esa oportunidad un gobernante europeo me dijo que nuestro país estaba perdido, y agregó textualmente: "cuando el comunismo agarra, nunca suelta". Poco después un alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su país, manifestó que el caso chileno era un caso perdido.

    A ambos les dije que estaban equivocados, porque si bien Chile quería un avanzado proceso de Transformación Social, jamás aceptaría un régimen totalitario. Los dos me miraron con esa benevolencia con la que se trata a un visitante ingenuo.

    Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile saldría adelante, puedo afirmar hoy que, a pesar de lo duro y doloroso que pueda ser el esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar una lección de Democracia y de Libertad.

    Y en esa tarea está empeñado este país, y la Democracia Cristiana una vez más desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su historia y es su porvenir.

    Saluda con la mayor atención al señor Presidente,

    Eduardo Frei Montalva

    Santiago, Noviembre 8 de 1974

    •- •-• -••••••-•
    Eduardo Frei


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    Texto sacado de la Revista Arbil

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